Al iniciar un nuevo año nos gustaría pensar que todo lo negativo quedó atrás, que nos quedaron lecciones aprendidas para no cometer los mismos errores y que por delante tenemos 365 días para implementar acciones positivas, de cambio y mejoramiento.
Sin embargo, por difícil que sea, y reconociendo que Panamá está en déficit en materia ambiental, el panorama no pinta muy alentador en materia de cambio y mejoramiento en este aspecto. Este año se incrementó la pérdida de bosques naturales como en Darién, o en el corazón del corredor biológico mesoamericano en el área de Coclesito con la actividad minera. Las fuertes inundaciones que afectaron severamente diversos puntos del país, dejaron en evidencia nuestra falta de previsión y ausencia de planificación, sobre zonas inundables. La pérdida boscosa incrementó la erosión, la cual llegó a límites nunca antes experimentados, lo que ha generado serios problemas en la potabilización del agua y la consecuente falta del vital líquido en la ciudad capital. Hace pocos días se dio un derrame de combustible en el Atlántico panameño y nadie ha salido ha decir -como decimos en buen panameño- "ni bien gracias y usted". Nada de esto es cosa sólo del pasado, está presente hoy. Mitigar los daños y evitar otros, son retos del presente.
El problema se enraiza en la falta de educación ambiental, la ausencia de integración de las instituciones del Estado en la gestión de los recursos naturales y la falta de una real política ambiental en la agenda país. Todo esto sin mencionar que los tentáculos de la corrupción también tienen su aporte en el aniquilamiento de nuestros recursos naturales.
Mientras tanto seguimos improvisando, emparchando y en consecuencia errando.
¿Que hacemos? ¿Cuáles son los retos?
Aterrizar el discurso, integrar el tema ambiental a todo el quehacer nacional, convertirlo en la base de la toma de decisiones, involucrar a la ciudadanía en procesos participativos transparentes y vinculantes y no como convidados de piedra. No podemos seguir haciendo del asunto ambiental, un instrumento de discursos, moda, comercialización o de bálsamo para las conciencias. Es un asunto real, imperante y lastimosamente, en la mayoría de los casos, no permite segundas oportunidades.
¿Estamos dispuestos a asumir el reto?
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