Existen estudios que demuestran que si las cucarachas desaparecieran, colapsaría la cadena ecológica que sostiene la vida sobre la Tierra, pero si desaparece el ser humano, el planeta recobraría su equilibrio natural. ¿Exagerado? Pues no, cada forma de vida de este planeta, es parte de una cadena que cierra un círculo perfecto de interdependencia en donde inclusive los desechos de una especie pueden ser la materia prima de otra. Los únicos que no aportan a la sostenibilidad de esta cadena, somos precisamente la especie más inteligente de todas. De hecho, somos la única especie que genera desperdicio y no lo reutiliza o no pueden ser asimilados por la naturaleza, eso sin mencionar la larga lista de contaminantes que emitimos a la atmósfera y a los océanos.
¡Qué ironía! Este mundo hermoso, que según la concepción judeo-cristiana fue hecho para nuestro disfrute, resulta que estaría mejor sin nosotros, los seres humanos, los mayores responsables de nuestra propia destrucción. No hay que llevar la discusión al punto apocalíptico para que el día a día valide esta afirmación. Cada día playas colmadas de todo tipo de desechos, como si ya no se hubiese dicho hasta la saciedad las implicaciones que éstos tienen en la vida marina; cada día en las ciudades y en los poblados los transeúntes y peatones, cual autómatas tiran sus desperdicios -sin el más mínimo repudio- en aceras y calles; y ni hablar de las tradicionales quemas de basura en nuestras áreas rurales, vergonzosa escena cotidiana que forma parte de nuestra in-cultura ambiental.
No describo nada nuevo, es normal y por ende la pregunta obligada: ¿cuál es el escándalo? Tal vez mientras pensemos que la basura en el mar solo afecta a los peces, o que la quema solo espanta a algún conejo pintao que vive en el monte, o que la basura en la calle le da trabajo a los “Hormiguitas”, seguiremos viviendo en este círculo vicioso cuya víctima principal es su propio victimario: el ser humano.
La buena noticia es que salir de este círculo es sencillo, pero depende de que miremos el mundo más allá de la visión retorcida de la Creación y el ser humano que sólo se sirve de ella. Ciertamente el Homo sapiens es el ser más inteligente de la naturaleza y por ende el que debe asumir una mayor responsabilidad. No puede servirse de lo creado indiscriminadamente dejando su huella de destrucción. La inteligencia la debemos aplicar a encontrar las formulas de disminuir nuestros desechos, reducir nuestro impacto negativo sobre la naturaleza, satisfacer nuestras necesidades, procurando restaurar el daño que hemos realizado en nuestro entorno por generaciones. El Homo sapiens del siglo XXI tiene una responsabilidad mayor: la de cargar y reparar los errores de las generaciones que nos antecedieron, y recuperar el hábitat que hemos destruido para las generaciones que vendrán. No se trata de que desaparezca la raza humana para que el mundo vuelva a ser hermoso, -¿para quién entonces?-sino de adecuarnos a los tiempos y mejorar el entorno que nos hemos encargado de destruir magistralmente. Ahora nos toca retar nuestra fuerza creativa para ser verdaderos administradores de una Creación única y maravillosa: el Planeta Tierra
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