Nuestro mundo globalizado, va más allá de las políticas de libre mercado, y la industrialización de nuestras economías. También enfrenta el reto del cambio climático producido por el calentamiento global, cuyo acelerador principal ha sido nuestro modelo de desarrollo contaminante y en extremo consumista. Ya no se tratan de cuentos apocalípticos o de exageraciones al mejor estilo de Hollywood; es una realidad que nos alcanzó y que todavía seguimos discutiendo como poder afrontarla, mientras algunos pierden más tiempo tratando de negarla.
Lo cierto es que, los así llamados, fenómenos naturales como los ciclones y tsunamis que han arrasado con gran cantidad de vidas humanas en el sudeste asiático, el Caribe y sur de los Estados Unidos, cada vez más trascienden la definición de fenómeno, para convertirse en una realidad globalizada y cada día, de mayor intensidad y presencia.
De frente a esta endemia climatológica ¿qué hacemos?
La ciencia y la técnica se conjugan en la búsqueda de adaptación a una realidad que ya no podemos revertir. La humanidad no tiene otra alternativa que adaptarse al cambio y mitigar el impacto de su modelo de consumo y de construir ciudades. Es por ello, que ejemplos negativos como lo sucedido en Nueva Orleans luego del huracán Katrina, están sirviendo para crear modelos de construcción más adaptables, con mayor conservación y respeto a las áreas costeras de humedales y manglares y de un uso más eficiente de la tierra articulando más estrechamente las actividades de un conglomerado urbano para dejar así más espacios verdes, mismos que se traducen en mejor y mayor absorción del suelo, más espacios públicos, protección de las barreras naturales ante los desastres naturales y mayor calidad de vida para las personas.
Insistir en el desconocimiento de la importancia que los manglares y áreas de humedales juegan en el proceso de desarrollo y la seguridad humana, es uno de los actos de mayor ignorancia de los tiempos modernos. Cada m2 de humedal que se rellena, equivale exponencialmente a la pérdida en la capacidad de absorción de agua, que es precisamente una de las principales funciones de los humedales, que han protegido la vida de las personas a lo largo de la historia. Eso sin mencionar que las viviendas emplazadas sobre rellenos, sentirán con mayor intensidad los terremotos y por ende estos serán más destructivos, precisamente por la inestabilidad del suelo fangoso.
Los asentamientos humanos establecidos en zonas de humedales son mucho más vulnerables a las acciones climáticas naturales y están expuestos a desaparecer, lo estamos viviendo ya.
Un paso hacia el futuro y concreto es empezar a visualizar la conservación de las áreas de humedales y manglares como instrumento vital para el desarrollo. Seguir señalándolas como áreas baratas para construir y con potencial para urbanizar, es ignorar lo que la ciencia y el conocimiento están aportando en materia de sostenibilidad.
Construir el futuro de nuestras ciudades con respeto a los recursos naturales, es vital en un modelo de desarrollo moderno y acorde con la realidad que el cambio climático nos impone hoy.
Raisa Banfield
Fundación Panamá Sostenible
No hay comentarios:
Publicar un comentario